jueves 25 de abril de 2024 - Edición Nº3865
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Opinión y Reflexión: El Padre Mario, inolvidable pastor

Por # Matías Crowder.- “Dios mío, si de verdad existes, que se haga corta la misa”, era el pensamiento con que cada domingo, como niños que aún éramos, asistíamos con mis hermanos a misa obligados por la tradición, por nuestros padres, que nos llevaban, por creer que eso, ir a misa, era parte de la naturaleza. Entonces fuimos por vez primera a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, de diagonal 76, y escuchamos al padre Mario (Norberto Ramirez).


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No soy lo que se dice un “chupacirios”. Y estoy seguro que hay tantos sacerdotes ejemplares, como los puede haber malparidos, abusadores, desgraciados. Mario, tripero confeso, era un sacerdote de los primeros. Escuchar el sermón, su sermón, me hizo que la misa pasara en un segundo. Al fin un sacerdote vivo, que sabía hablar, que hablaba desde el corazón, que vibraba con lo que decía, pese a que desde mi tierna infancia hubiera perdido la fe en Dios y sintiera cierto rechazo hacia los curas.

 Mario era el orador perfecto. Era un pastor en toda regla. Carismático, sabía contar una historia, hacerte parte, que la vivieras un poco. Mario no se quedaba quieto. Por las noches salía a recoger chicos de la calle, les daba de comer, les daba un techo, el no era el típico sacerdote moralista. No había, no hay, huérfano con el que haya compartido techo que no le recuerde con cariño, casi como un amigo. El quería sacarlos de las drogas, darles una oportunidad, la que no tenían. El era el socorro del perpetuo socorro.

 Todo esa sucedía ya en los años 80 en una pequeña iglesia del barrio La Loma. No fue fácil la vida de Mario. El era humano, quizás demasiado, y tenía sus dudas, sus penas. La gente le quería justamente por eso, por su humanidad. El destino quiso que fuera destinado a otra zona. Cuando regresé a Argentina para el bautismo de mis ahijados, en 2010, esta fue en el Perpetuo Socorro. Allí le volví a encontrar, a Mario, treinta años más tarde, como si el tiempo no hubiera pasado, con la misma energía, con esa alegría que parecía brotar de todo su cuerpo. La comunidad había pedido su regreso.

 Recién me entero de su muerte, es lo que tienen las distancias, que uno se entera muy en diferido. Falleció el día 28 de octubre pasado, con 63 años, luego de una larga lucha contra la enfermedad. En el último tiempo quería salir del hospital a toda costa, regresar junto a la gente de la parroquia, junto a sus chicos. Hoy el barrio se ha quedado sin su socorro, sin un amigo.

 

# Matías Crowder es platense, periodista, escritor y vive y trabaja en Catalunya.

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