miércoles 24 de abril de 2024 - Edición Nº3864
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La "casa" de la nena M en el país que no queremos ver

*Por Jorge Joury.- El déficit habitacional del país alcanza a 3,5 millones de familias, aproximadamente un tercio de la población argentina. De estos 3,5 millones, el 40% (1,3 millones) necesitan una nueva vivienda. Además, un tercio de esas familias son pobres y están desempleadas.


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Por:
Jorge Joury

 

El caso de M.B., la niña de 7 años secuestrada el lunes último en Parque Avellaneda y afortunadamente rescatada en las últimas horas, exhibe la cara más cruda de la pobreza en nuestro país. Pone en contexto además, los peligros cotidianos a los que están expuestos los niños, niñas y adolescentes que viven en situación de calle. Violencia, abusos, consumo de drogas y trabajo infantil, también se esconden detrás de este drama. El caso Maia no debería pasar como uno más, sino que obliga a plantear la entretela de un drama social que nos aqueja y que cada vez toma mayor dimensión y que los polìtícos no están viendo. No es responsabilidad de un partido en especial, sino de todos. Obliga a plantear por ejemplo: ¿qué pasó con la mesa contra el hambre?
Todos vimos a través de la tele la toldería sujeta a un árbol donde vivía su madre con sus ocho hijos, un lugar improvisado con telas y un colchón, además de unas valijas para guardar sus pocas pertenencias.
A metros de la carpa también se observaban distintas prendas de ropa e ingredientes de cocina con algunas cacerolas. Una imagen clara de lo que es la vida en situación de calle, más preocupados por sobrevivir que otra cosa, ante la adversidad que castiga como un látigo implacable.
Según la Secretaría de Vivienda de la Nación, el déficit habitacional del país alcanza a 3,5 millones de familias, aproximadamente un tercio de la población argentina. ... De estos 3,5 millones, el 40% (1,3 millones) necesitan una nueva vivienda. Además, un tercio de esas familias son pobres y están desempleadas.
Mientras más de 700 policías buscaban a la niña, me pregunté cuántas Maias habrá en la Argentina, perdidas o secuestradas y que nadie busca. Hay que comprender que este caso se mediatizó porque fueron los vecinos los que cortaron la ruta y obligaron a la prensa a poner los ojos en lo que pasaba. Detrás del episodio que involucró a Maia aparecen otras postales dolorosas, que es obligación leer, como que 6 de cada diez niños son pobres en la Argentina. También asoma la trata de niños, un negocio oscuro que acecha en todos los rincones. Vale la pena preguntarse además si el aporte del gobierno a través de planes sociales llega realmente a sus destinatarios. O queda en el camino, en manos de punteros u organizaciones sociales que cada vez tienen más gerentes para administrar los recursos, que en vez de bajar hacia los pobres, quedan estancados en el oscuro negocio del clientelismo.
La madre de Maia y sus hijos se dedicaban al cartonero, una actividad que ha crecido exponencialmente con las miserias que ha generado la pandemia. En ese segmento aparece en foco el dirigente Juan Grabois, con formación marxista, con influencias católicas y peronistas. Este joven abogado lidera el Movimiento de Trabajadores Excluidos con un enorme poder territorial: 300 cooperativas, 300 talleres, 2 mil militantes y unos 25 mil adherentes. Lo que se dice un verdadero ejército que le responde incondicionalmente. Ahora Grabois seguramente habrá tomado nota de las condiciones en que vive la familia de Maia y se espera que les tienda una mano, sobre todo teniendo en cuenta los fondos multimillonarios que recibe del Estado.
Las niñas y niños son la cara oculta de la pandemia. La pobreza infantil crece en la Argentina ante el impacto de la crisis desatada por el avance del coronavirus. UNICEF calculó que a fines del 2020 hubo más de 750 mil pequeños de la Argentina que cayeron en la pobreza.
Esto implicaría que entre 2019 y 2020 la cantidad de niñas, niños y adolescentes pobres pasaría de 7 millones a 7,7 millones; la pobreza extrema, de 1,8 a 2,1 millones.
Son proyecciones basadas en estimaciones de la caída del Producto Bruto Interno (PBI) estimada en 5,7 puntos del PBI, y de la Encuesta permanente de Hogares del INDEC, como parte del estudio “Efectos del COVID-19 sobre la pobreza infantil y la desigualdad en Argentina”.
En las villas o en barrios populares, la incidencia de la pobreza en 2020 alcanzó a 9 de cada 10 niñas y niños.
La pobreza aumenta significativamente cuando las niñas, niños y adolescentes residen en hogares donde la persona adulta de referencia está desocupada (94,4%), como la madre de Maia, con un trabajo informal (83,9%), con bajo clima educativo (92,9%), migrantes internacionales (70,8%) o con jefatura femenina (67,5%).La ubicación de la vivienda es una de las características que más incide en la desigualdad. El Registro Nacional de Barrios Populares de la Argentina indica que 4,2 millones de personas viven en estos lugares: casi el 90% no cuenta con acceso formal al agua corriente, el 98% no tiene acceso a la red cloacal, el 64% a la red eléctrica formal y el 99% no accede a la red formal de gas natural. Así vivían la pequeña Maia y su familia.
De acuerdo a los datos del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat del gobierno de la Ciudad, donde ocurrió el conmocionante episodio, actualmente, hay entre 50 y 60 chicos viviendo en tales condiciones. Las cifras pertenecen al último mes del programa Buenos Aires Presente (BAP). Y según el último censo de personas en situación de calle realizado por ese organismo en 2019, en total, unas 1147 personas sin hogar en las calles porteñas.
Sin embargo, las organizaciones sociales que trabajan en la materia prefieren basarse en los números del Segundo Censo Popular de Personas en Situación de Calle en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El relevamiento, realizado también en 2019 por diferentes organizaciones de la sociedad civil y organismos estatales, registraba a unas 7251 personas sin hogar. De ese total, el 16%, es decir 871, eran niños, niñas y adolescentes.
“Es muy probable que el número, desde entonces hasta ahora y con una pandemia en el medio, haya aumentado. Pero, además, si tomamos en cuenta la cantidad de familias que viven en hoteles o en paradores y que pasan también temporadas en la calle, el escenario se vuelve mucho más complejo”, explicó Mónica de Russis, presidenta de la Asociación Civil “Amigos en el camino”, que trabaja con personas en situación de calle.
De Russis agregó que, del total de personas en situación de calle en la Ciudad, un gran porcentaje corresponde a mujeres con niños. “Estos niños quedan a la deriva. Se exponen a todo: violencia, abusos, trabajo infantil, consumos problemáticos. Junto con las personas mayores, son quienes más padecen la calle. Y esto no parece importar demasiado”, se lamenta la mujer, quien ya lleva viendo a tres generaciones de personas en situación de calle desde que comenzó a trabajar la temática en los años ochenta y en el caso de Maia arriesga: “Su mamá debe de haber sido también otra niña de la calle a la que le faltó contención”.
La referente considera que las políticas estatales en la materia son insuficientes y orientadas, más que nada, a la emergencia. Con ella coincide la socióloga Rosario Fassina, coordinadora del Programa de Derecho a la Ciudad de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), una de las organizaciones que trabajó en el censo popular, quien pone foco en la necesidad de soluciones más integrales.
“Las dos medidas principales que se aplican son: por un lado, un subsidio habitacional que, por lo general, no es suficiente para revertir de manera permanente la situación de calle. Además hay muchísimas limitaciones para su acceso y renovación. La segunda medida consiste simplemente en garantizar techo por una noche en los paradores y en los lugares conveniados con la ciudad de Buenos Aires. Si bien son iniciativas que ayudan a combatir la problemática en la urgencia, se necesitan políticas a largo plazo”, destaca Fassina.
En todo el país, unos 316.000 niños, niñas y adolescentes vivían en 2020 en hogares indigentes con inseguridad alimentaria severa y sin percibir transferencias de ingresos directas, de acuerdo con las cifras del informe “Agenda para la Equidad (2017-2025)”, en base a relevamientos del Observatorio de la Deuda Social Argentina, UCA y proyecciones poblacionales del INDEC.
Es hora de que los políticos en vez de tirarse de los pelos por ganar una elección, se hagan cargo del drama social que viene de décadas y nadie le pone fin. Con una madre adicta, me pregunto cuál será el destino de la pequeña Maia.

*Jorge Joury es licenciado en Ciencias de la Información, graduado en la UNLP.

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