Rock en Baradero: ¿El reforzamiento del mito del rockero adicto?

    Rock en Baradero es un festival musical que hace años se viene realizando en el mes de febrero en el Anfiteatro  de dicha localidad. Una de las peculiaridades que presenta es que cuando dicho evento se realiza genera la concurrencia de bandas de diversas vertientes del genero rock (metal, punk, progresivo, reggae, etc.) y jóvenes de distintos puntos del país. Estos últimos, durante el desarrollo del evento, a pesar de tener preferencias por distintos tipos de grupos musicales, presentan un comportamiento pacífico, de amistad, de compartir experiencias en la naturaleza ya que muchos optan por concurrir a las tres fechas que presenta  históricamente el festival alojándose en diferentes campings que hay en Baradero.

     Este año, Rock en Baradero, se desarrolló los días 4, 5 y 6 de febrero teniendo una particularidad para cualquiera de los asistentes que concurrió al mismo: En la ruta 41, a pocos kilómetros del balneario de Baradero, la Policía Federal montó un operativo antinarcóticos importante, con gran despliegue de efectivos, perros y tecnología (drones, escaners, cámaras filmadoras, etc.) con la finalidad de realizar chequeos a espectadores y músicos que se acercaron al festival. Tan así que ello generó el fastidio del cantante de la banda “La perra que los parió”, Nahuel Amarilla, quien al promediar el espectáculo brindado por ellos manifestó que fueron requisados por la policía y se preguntó por qué “dicho despliegue no se realiza donde se debe realizar”.

     Este operativo ha sido llamativo ya que Rock en Baradero suele ser un festival pacífico, no ha registrado incidentes en los ingresos del público ni peleas dentro de los integrantes del mismo, aunque sí presentó, en diferentes ediciones y la última no fue la excepción, arrebatos dentro del Anfiteatro Municipal cometidos por quienes popularmente son denominados “pungas”;  hechos que durante el viernes 4 fueron advertidos por el cantante de Kapanga, Martín “Mono” Fabio, y el sábado 5 por Germán Daffuncchio, vocalista de Las Pelotas. Esto último motiva preguntarse por qué el operativo realizado por las fuerzas de seguridad se centró en la persecución de la tenencia de estupefacientes y no en el microdelito del arrebato.

     Una posible explicación de ello se puede encontrar leyendo la obra de Joseph Gusfield acerca de la cultura de problemas públicos. El hecho de tener estupefacientes para el consumo personal, en Argentina, es un delito el cual su comisión no pareciera transformar a quien lo haga en un infractor cualquiera. La ley, en este caso, pareciera generar una ficción en la cual se describe una sociedad, o sea, un conjunto de relaciones ordenadas y predecibles dentro de las cuales el consumo de estupefacientes, así no produzca un daño a un tercero, no es tolerado. El proceso legal enuncia, en su supuesta certidumbre y uniformidad, un mundo disciplinado en el que la transgresión de ciertos preceptos, en este caso la no tenencia de estupefacientes para consumo personal, lleva al peligro y desorden.

     El relato ficticio descripto por la ley reviste un significado fundamental para diferentes autoridades (como en este caso las fuerzas de seguridad) porque legitima la narrativa y la concreción de sus propias acciones; por ejemplo vecinos consultados manifestaron no conocer la comisión de delitos en la ciudad cuando se realiza el festival pero consideraban pertinente el operativo para evitar futuros problemas. Entonces, la ley y autoridades dramatizan, con más énfasis que a  los “pungas”,  la existencia de los consumidores en una sociedad donde hay un orden y una moral determinada que no los contempla; los considera irracionales y desviados así no hayan cometido daño ni puesto en peligro bien jurídico alguno.