martes 23 de abril de 2024 - Edición Nº3863
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Opinión y Reflexión: Condenados por el marketing

Por Carlos Leyba.- Economista. Subsecretario de Coordinacion y Planificación Economica (1973-1974).-


¿El marketing político se devoró al arte de gobernar? Cuando Mauricio Macri contrató a Jaime Durán Barba, al que Elisa Carrió llamó “impresentable” y tuvo razón, se compró una agencia de publicidad – lo que no está mal – pero a cambio – si es que alguna vez lo tuvo – perdió el sentido del hacer política mayúscula. Un precio alto para la sociedad.

Ganó elecciones. No necesariamente la mas importante. Es que, como todos sabemos, la derrota de Daniel Scioli fue la consecuencia inmediata de la decisión de Cristina Kirchner de designar a Aníbal Fernández y a Carlos Zanini como los verdaderos candidatos.

El terror que inspiró Fernández en las barriadas populares y la campaña de amplios sectores de la Iglesia Católica, ante el riesgo de Aníbal en el gobierno de la provincia, determinaron la derrota de Scioli y el triunfo de Macri que fue exactamente su consecuencia.

Hay mucho más del Papa Francisco en el triunfo de Macri que de los artilugios de marketing de Duran Barba.

Pero como Francisco no goza de “buena prensa” en nuestro país y Duran derrama mucha publicidad paga, los medios permiten que se instale un pésimo diagnóstico de porqué ganó Mauricio.  Diagnóstico equivocado que ha incidido en los múltiples errores “no forzados” de la fauna PRO.             

En 2015 hubo, en definitiva, una derrota más que un triunfo. Y ese hecho genera una barrera protectiva para quien llegó al gobierno.

Esa barrera protectiva es el profundo rechazo de amplios sectores, que se suman a los partidarios del heterogéneo Cambiemos, a lo peor del Kirchnerismo que es lo que representan Cristina y sus amigos.

Esa barrera, que electoralmente es un techo, sigue siendo el gran capital del PRO. Es lo que le asegura el voto de quienes no son sus partidarios más allá de la consideración que sus resultados de gobierno ofrezcan. Resultados que, por otra parte, difícilmente ofrezcan a hoy un saldo positivo.

Todo rechazo, por autodefensa, genera esperanza que el PRO traduce en las favorables expectativas que las hay.  

El marketing de Duran Barba – que lo siguen religiosamente los funcionarios PRO – se ha dedicado en el último año a agigantar el miedo a lo que está detrás de la barrera, miedo que está caracterizado con “por ahí está Venezuela”.

Agigantar el miedo ha implicado agrandar la imagen de Cristina. Reconocerla como cacique e interlocutora aunque con ella no se hable de manera directa. Se le otorga un lugar.

A tal punto que los funcionarios (a los que las agencias de calificación financiera asignan razón) en los últimos días han instalado que el “miedo a Cristina” es lo que frena las inversiones. Esquizofrenia pura.

Han contribuido a acrecentar la imagen de CFK sabiendo que de ese modo “asustan las inversiones”.¿?

¿Será que con la misma lógica se ufanan de colocar un bono a 100 años al 7,9 por ciento anual y al otro día sus admirados “maestros financieros” los ponen en penitencia y los echan del paraíso de los bonos y los mandan a “la frontera”.

¿Quién los entiende? Chicos¡¡¡¡

A tal punto se les ha metido el chip de Duran (¿el de los 12 idiomas y por eso están en la Torre de Babel?) que han hecho del debate político una pelea, inconducente y de inciertos resultados, entre “ellos y nosotros”. En la que ellos son “los que pugnan por Venezuela” y que – sin duda – son un enjambre de impresentables conducidos por Cristina y que se amontonaron en el palco del acto de Unión Ciudadana esta semana. Y en la que  “nosotros” son todos los demás que de ninguna manera conforman una unidad de criterio.

Es que la promoción de la grieta en esta etapa es obra de Duran y Cristina quienes son astillas del mismo palo.

Que es el palo de entender la política como modo de acceder al “poder” sustantivo; y no el palo de entender la política como el programa de superación de las espantosas condiciones en que vivimos, no de ahora, sino desde hace largo rato.

No me cansaré de repetir que en los últimos 40 años la población se duplicó; y el número de personas pobres que, en 1974, eran 800 mil son hoy 13 millones. Es decir, la pobreza se multiplico por 16 veces.

Un escándalo que tiene una sucesión de padres que comienzan con Celestino Rodrigo, la dictadura militar, y todos los gobiernos democráticamente elegidos desde 1983 a la fecha.

Todos ellos conformaron y mantuvieron viva una “economía para la deuda externa”. Economía que es una estructura económica deficitaria que necesita de la deuda para no colapsar y que colapsa cuando la deuda torna imposible.

Es una economía deficitaria en industria (el balance comercial industrial es abrumadoramente negativo). Deficitaria en empleo productivo (cientos de miles de empleos públicos de productividad cero, un tercio de empleos informales de baja productividad, casi dos millones de desempleados de productividad cero). Deficitaria socialmente (un tercio de la población en la pobreza. Deficitaria de futuro (la mitad de los menores de 14 años son pobres, hijos y nietos de pobres) Deficitaria en potencial (la tasa de inversión no llega al 20 por ciento del PBI). Y por todo ello deficitaria fiscalmente: no hay incremento real en la recaudación sin inversión; y sin inversión – que significa empleo y productividad – el Estado debe subsidiar todas las formas del desempleo que incrementan el gasto. Un círculo vicioso.

Este es un resultado acumulado, una pendiente negativa, que los Kirchner la acrecentaron a pesar de haber tenido la década con mejores términos del intercambio de la historia nacional; y que los PRO – si bien ni ellos ni nadie la pueden revertir en dos años – no han dejado de empujarla para abajo con menos industria, menos empleo, más pobres más jóvenes y menos inversiones y un déficit fiscal que no para por las razones apuntadas.

Desde 1976 todos los gobiernos pretendieron resolver los déficit con deuda en los mercados tradicionales. La excepción fue Néstor pero colocó deuda en Venezuela y bajó los stocks (que es deuda igual) y Cristina se consagró con el paquete de entrega a China que incluía liquidez y financiamiento con condicionalidades extremas como lo es la base de soberanía China por medio siglo. Mauricio incorporó 100 años de deuda y Cristina 50 de entrega territorial. Que par¡¡¡   

Y bien ¿cómo estamos hoy? ¿Hay razones para el entusiasmo mediático de las últimas horas? Miremos los números. 

El PBI en el primer trimestre de 2017 ha registrado un incremento del 0,3 por ciento respecto del mismo período del año pasado.

Para el gobierno y la mayor parte de los consultores económicos, se trata de la confirmación de los “brotes verdes” y de la salida de la economía recesiva.

Es cierto que, cuando lo dicen, le agregan información más nueva, aunque menos completa, que pareciera confirmar la modesta coloratura de esos brotes. Imaginan que la tasa a futuro podría ser mayor. Deseos de todos, pronósticos de algunos. La prueba del pastel está en comerlo y sigue crudo.

Importa analizar la información estadística, el pasado, porque de ella, al menos para los lectores honestos, es posible insacular lecciones tan importantes como lo que significa confirmar el rumbo “vamos bien”; o preguntarse si realmente vale la pena rectificar; o preguntarse al menos por el rumbo ya que el verdor de los brotes es tenue, y entonces, más que “bien” vamos vacilantes, que no es lo mismo que “bien, bien”.

Ese mezquino 0,3 por ciento significa que el PBI por habitante es menor al de un año atrás.

Sabemos, por lo menos desde que leímos Alicia en el país de las Maravillas, que “Para quedarte donde estás tienes que correr lo más rápido que puedas...y si quieres ir a otro sitio, deberás correr, por lo menos, dos veces más rápido.”

Es decir, y no necesita demasiadas aclaraciones, “crecer” lo que se dice “crecer” y después de los años de recesión y estancamiento francos, no es el 0,3 por ciento en un año.

Y no está bien que los funcionarios ni los consultores afines repitan que con ese 0,3 por ciento en la mano imaginen que están en el rumbo apropiado.

En todo caso y no pareciera ni siquiera razonable discutirlo , el 0,3 por ciento en bruto y el menos que cero por habitante, es casi un acomodo estadístico. Y no puede justificar que alguien diga que es la confirmación que estamos haciendo en política económica lo correcto, lo apropiado, lo necesario. No.

Es lógico aceptar la explicación de tipo “estamos haciendo lo que podemos o lo que sabemos”. Pero ante el resultado (más allá que en la perspectiva del gerundio haya algo ‘por venir”) lo verdaderamente lógico es cuestionarse el rumbo, el camino, la marcha. O el “dónde vamos”, por dónde lo hacemos o qué ritmo marchamos. Algo hay que cuestionarse. No es bueno que maneje el que no mira.

No alcanza con decir “evitamos ir a Venezuela”, porque – en todo caso – eso ocurrió el mismo día en que María Eugenia Vidal, primero, y Mauricio Macri, después, ganaron las elecciones. Y desde entonces el cambio de dirección se ejecutó. El rumbo dónde supuestamente vamos llegó, en los últimos 12 meses, a la velocidad que hace que la producción por habitante en un año haya declinado. Ese es el resultado.

En el análisis del valor agregado comparado del primer trimestre de 2017 en relación al de 2016 – lo realmente comparable – de los distintos sectores que originan el valor agregado, resulta que los sectores productivos tuvieron , en conjunto, una caída significativa.

Si los sectores no productivos de bienes no hubieran crecido como lo hicieron, la caída del PBI habría sido del 0,36.

Los sectores productivos en conjunto derraparon a pesar del crecimiento del agro, de la pesca y de la construcción. La magnitud del derrumbe de la industria y la caída en minería, determinaron que el primer trimestre de 2017 fueran negativo para el sector productivo.

La “transmisión” de la expansión agraria y de la construcción fue nula o, en todo caso, no sirvió para poner en marcha la actividad industrial. Ella se contrajo.

Todo el crecimiento – poquito, repoquito - derivó del crecimiento del sector servicios.

Y dentro de los servicios los que impulsaron el crecimiento fueron Transporte y Comunicaciones; Actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler; y la infaltable y dinámica, Intermediación Financiera. Ahí está el núcleo duro de la expansión de servicios que ha compensado el derrumbe de la actividad productiva. 

Es extraño, en un país en el que los bancos no prestan (sólo el 15 por ciento del PBI frente a más del 60 en los países vecinos), en el que estamos desde hace años en una colosal crisis de vivienda y cuando millones de celulares (que existen) funcionan con enorme dificultad y no en todo el país, a pesar de la escasa calidad de los sectores, son esos sectores los que lideran “la extraña expansión” que, en realidad, es la caída de la actividad por habitante después de años de recesión o estancamiento.

Esto es lo que nos dice el INDEC. Es cierto que hay números mejores que los expuestos para lo que va del segundo trimestre. No son números del INDEC pero puede que señalen mejoras. Para comparar y tener el origen, “el modo”, de crecimiento hay que esperar a esas cifras.

Se impone la pregunta ¿es lo mismo crecer por los servicios que hacerlo por la producción?

La respuesta depende de una enorme cantidad de elementos que van desde la “sociedad deseada” hasta la capacidad de dar trabajo de cada “modo de crecimiento” habida cuenta de las habilidades y también de las necesidades de la población.

Lo real es que el “modo y la magnitud” de este crecimiento es el que convive con los siguientes titulares de los diarios el mismo día que empezó el invierno (vaya metáfora): “productores de alimentos piden protección por la fuerte suba de importaciones”, “se encarece la canasta básica”, “Inflación: la expectativa a 12 meses quedó en 27,3 por ciento”, “Empleo: se mantiene en 33 por ciento el piso de empleados no registrados’ (El Cronista), “Despidos silenciosos más empresas anuncian cesantías” (La Nación).

Es que, del modesto incremento de la Oferta Global, es decir de la totalidad de los bienes y servicios que ofreció la economía en este primer trimestre de este año, el 80 por ciento lo proveyeron las importaciones: ¿mucha deuda y poco trabajo?

Para tener simplemente una referencia que califica el resto de los datos. Las exportaciones cayeron. Los stocks también. ¿Alguna relación con competitividad y expectativas?

El crecimiento de las importaciones, respecto del primer trimestre 2016, fue de 10 mil millones de pesos de 2004. Ese crecimiento representa 2,5 veces el incremento de 3,8 mil millones de pesos de la Formación Bruta de Capital y duplica el crecimiento del consumo privado.

Es decir los motores de expansión clásicos lo hicieron provocando más importaciones y menos exportaciones.

No se trata de establecer vinculaciones exóticas. Sólo se trata de poner en claro que este escaso crecimiento, que en términos por habitante es declinación, genera una oferta de más bienes y servicios importados y menos exportaciones.

Y el crecimiento de la inversión y el consumo privado, sumados, equivalen al incremento de las importaciones.

Lo que crecimos es poco. Y el “estilo” no señala transformaciones valiosas; más bien lo contrario.

Los titulares del día, tres meses después de los hechos de las cifras analizadas, nos hablan de preocupaciones en el sector productor de alimentos por la competencia importada (¿y el tipo de cambio?), de la incapacidad de generar empleo con capacidad tributaria (empleo formal), el aumento en el costo de vida básico y la expectativa de inflación más cerca del 30, que se fue, que del 20 que no llegó, mientras los despidos silenciosos (despacito … despacito).

Muchos analistas insisten en los “brotes verdes”, los llaman “brotes verdes heterogéneos”.

La imagen es la de un sembradío en que una planta crece por aquí y otra por allá. Tierra gris, poco fertilizante, siembra mal hecha y la consecuencia es “cosecha pobre”.

El crecimiento, el real crecimiento, tiene una densidad y una homogeneidad que se vislumbra en la expansión encadenada multisectorial.

Al igual que cuando hablamos de “inflación” hablamos de crecimiento sostenido y generalizado de los precios; cuando hablamos de crecimiento, pensamos en expansión generalizada y sostenida de la producción, con la lógica secuela del empleo y la sana presión de los salarios.

No hay inflación cuando es un precio o dos, lo que sube sino cuando el contagio de los precios se torna en una suerte de epidemia. Para lo malo y para lo bueno lo que cuenta es “la difusión”.

Nos podemos pasar horas inventariando la aparición de un brote aquí y otro más allá, pero hasta que la siembra no ofrezca un escenario sano y parejo de brotes verdes, que hagan posible el meneo del sembradío con el viento, no podremos augurar buena cosecha. 

Repito, es cierto que algunos consultores identifican tasas ya ocurridas de expansión, pero también es cierto que el INDEC informa que la industria cayó en abril el 2,3 por ciento. Y así.

Colocamos un bono al 7,9 por ciento a 100 años y consideramos que por esa razón somos un bocado apetitoso para los mercados financieros. Pero, a las 24 horas, los calificadores  de riesgos financieros nos colocan en la “frontera”, es decir, nos informan que “no somos emergentes”.

Lo que están en la frontera están del otro lado, y los que no son emergentes ¿son sumergidos? Puede que no o que sí, pero pagan el peaje que es la enorme tasa de riesgo país sobre la tasa de los países del primer mundo. La plata sobra pero para nosotros es cara. ¿Porqué?

Simple. Si Ud. vuelve a analizar los números del primer trimestre “la estructura de la expansión = estancamiento” percibirá que simplemente seguimos profundizando “una economía para la deuda”; y la única diferencia entre Mauricio Macri y Néstor y Cristina Elisabet, más allá de la diversa suerte de los términos del intercambio, es que Cris pedía a los chinos plata líquida y Mauri se la pide al mercado.

No hay crecimiento generalizado y sostenido sin transformación y no hay transformación sin crecimiento. Eso es la vida.

Para transformar es necesario un programa y un largo plazo para aplicarlo y eso requiere consensos profundos y amplios, y no grietas.

Eso no lo puede entender Duran Barba y si lo entiende no es su negocio: el vende publicidad para obtener el poder. No es compatible con el ejercicio virtuoso del poder: vende más el disenso que el consenso aunque lleve a la decadencia.

Justamente, el marketing es una manifestación de la decadencia de la política convertida en dentífrico o detergente.

¿Estamos condenados al marketing y por lo tanto a la profundización de la grieta que es el camino mas veloz a la decadencia?

 

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