jueves 25 de abril de 2024 - Edición Nº3865
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Las pistas de Miguel Bru y Julio López en la morgue donde la policía hacía lo que quería

El periodista Pablo Morosi, autor de Genealogía de una Tragedia, el libro que desnuda detalles desconocidos de la inundación de 2013 en La Plata, pone el ojo en las irregularidades que ocurrían en la morgue policial y que fueron denunciadas por el juez Luis Arias, hoy suspendido por haber metido el dedo esa llaga.


  1. En un artículo en e diario 0221.com.ar titulado "La Inundación y la pista sobre Miguel Bru que nadie siguió", Morosi revela datos desconocidos de esa investigación y de la de Julio López. 

En medio de la reactivación de los rastrillajes en la causa por la que se busca el cuerpo del estudiante desaparecido Miguel Bru, una pista desconocida hasta hoy liga aquel episodio con la inundación de La Plata en 2013.

Detrás de las luctuosas y desgraciadas secuelas de la trágica tormenta del 2 de abril de 2013, que constituyó la peor catástrofe hidrometeorológica en ciudades argentinas con decenas de muertes y millonarias pérdidas materiales, afloraron otros datos que aún esperan confirmación y respuestas de parte de la Justicia.

Entre el cúmulo de irregularidades que surgieron al estudiar una serie de registros como producto del allanamiento de la morgue policial en el cementerio platense brotó un dato inesperado: de acuerdo con dicha información, pocas horas después de la desaparición del estudiante de Periodismo, Miguel Bru, torturado y asesinado por efectivos de la comisaría Novena de La Plata, el 17 de agosto de 1993, numerarios de esa seccional ingresaron a la morgue un cuerpo NN sólo descripto solo como “joven” que, sin más trámite fue enterrado en una fosa común del cementerio, según las constancias relevadas. El dato no fue investigado hasta el momento.

Las diligencias realizadas en aquel momento por el juez Luis Federico Arias en el marco de la causa judicial abierta en el Juzgado en lo Contencioso y Administrativo N° 1 de La Plata, no se limitaron a observar lo ocurrido en los días que siguieron a la tormenta. En busca de comprobar el ocultamiento de información Arias consiguió hacerse del libro de entradas y salidas de cadáveres la morgue que incluía varios tomos con datos de varias décadas anteriores.

El secuestro de aquel material sirvió para detectar decenas de irregularidades en los asientos del organismo dependiente de la policía provincial. Se constataron inhumaciones con identidad errónea; anotaciones como NN de cuerpos con identificación; dobles registros; y cadáveres inscriptos luego exhumados.

Con el auxilio de Soledad Escobar, en su rol de “amicus cureae” (colaboradora voluntaria en el litigio), el magistrado -hoy suspendido por un jury en el que se le reprocha su actuación en la causa- digitalizó los datos y dejó en evidencia el descontrol reinante en el organismo y denunció anomalías en la manipulación, rotulación y registración de cadáveres, licencias de inhumación y cremación. Esta información sirvió para determinar el número de 89 muertos en la inundación de 2013. Fallo que fue ratificado por la Cámara de Apelaciones.

En su momento la Comisión Provincial por la Memoria se hizo eco de aquellos cuestionamientos y reprochó los niveles de ilegalidad y falta de seguridad jurídica de los procedimientos relativos a la gestión pública en materia de manipulación de cadáveres, que las inundaciones hicieron emerger a la luz. Desde el organismo se enfatizó en que “el peligro de que los cadáveres, vísceras y muestras alojadas en la morgue pudieran ser objeto de prácticas ilegales -desde la no preservación en condiciones adecuadas hasta el desconocimiento del destino efectivo de los cadáveres- y así frustrarse pruebas importantes. Más aun cuando quienes tienen a su cargo la guarda pertenecen a la misma fuerza de los imputados, como es el caso de las causas judiciales iniciadas por violencia institucional perpetradas por la policía bonaerense y que suceden de manera sistemática en la Provincia”.

Otro de las informaciones surgidas de esos asientos que llamó la atención de Arias y sus colaboradores fue el de una persona de "más de sesenta" años" ingresada a la morgue seis días después de la desaparición de Jorge Julio López, testigo clave en el juicio contra el ex jefe de Inteligencia de la Bonaerense, Miguel Etchecolatz. López fue visto por última vez el 18 de septiembre de 2006, a un día de conocerse el fallo que condenó al represor. 

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