Tal vez, los porcentajes sean duros y fríos, pero cuando entendemos que hay 1.573.000 pibes sin alimento en el país no podemos elucubrar ni una sola razón de ser que argumente tal desparpajo de los diferentes estamentos de un Estado que malogra su rol como responsable del cuidado de los que más nos necesitan para poder tener un futuro un tanto más próspero que el triste presente.

“Lo mejor está por venir”, sin duda es una frase que repetía el gobierno y que refería a la oportunidad de cara a las próximas elecciones donde cada uno de los ciudadanos debemos visualizar la cara de ese más de millón y medio de chicos que no tiene forma de vivir en una humildad que asusta.

"Se calcula que más de la mitad de la infancia en el país es pobre en términos de los ingresos, es decir que vive en hogares que no logran reunir los ingresos necesarios para alimentarse, vestirse, transportarse, entre otros”, corroboraron a través del informe desde el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia del observatorio de la UCA. Esa mitad de la que se habla serían 6.255.700 millones de chicos, es decir 931.700 pibes más pobres que en el 2017.

En este sentido, desde la Fundación Acción Solidaria que presido se ha casi triplicado lo que llamamos deuda interna. Esa cifra irrefutable que vivimos día a día en nuestra cotidianeidad de trabajo social mancomunado con educación y esparcimiento nos expresa que se debe cambiar de rumbo porque el camino elegido no es el correcto.

Los argentinos tenemos la chance histórica de enderezar un barco que hasta el 2015 funcionó, tal vez no de la mejor manera, y proponía mejoras sociales constantes, para que luego de ese año el desmadre administrativo se apoderará de la hermosa Argentina que nos enorgullece y duele a la vez. Sin embargo, elegimos continuar ayudando y hacer lo imposible para seguir trabajando y consiguiendo las formas para que donde comían 15 niños hoy lo hagan 45 de la misma manera que lo hacían aquellos 15 allá por el 2015.