jueves 18 de abril de 2024 - Edición Nº3858
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En topless pero con barbijo: las contradicciones en las playas del verano europeo

En la Costa Brava de Barcelona hace hasta tres horas de cola para ocupar un lugar en la arena. ¿Un adelanto de lo que puede pasar en nuestra costa altántica?. Lo cuenta desde Catalunya el periodista y escritor platense, Matías Crowder.


TAGS: PLAYAS, CROWDER

"Imagen distópica y contradictora, la de la desnudez y las normas sanitarias que rigen en toda la llamada Costa Brava de litoral catalán. Topless y mascarillas como le dicen aquí a los tapabocas”. Las imágenes de las playas de Barcelona, donde después del violento rebrote de contagios tras la apertura de verano, recorren el mundo. En algunos balnearios la gente hace cola para bajar a la playa y hay esperas de hasta tres horas. Matías Crowder, un platense radicado en Catalunya, lo cuenta desde adentro, a partir de la impensada experiencia de “la desnudez tapada”. ¿Es el verano europeo un espejo de lo que podría llegar a ser la temporada estival en Argentina? Crowder se lo pregunta desde allá y nosotros también desde acá.

“Playas con distanciamiento social, vigilantes que exigen el cumplimiento de las normas, calas (balnearios) cerrados o donde hay que hacer colas kilométricas desde muy temprano para poder tener un lugar bajo el sol. Estas son algunas medidas que se toman en España en la llamada Costa Brava del mediterráneo catalán. Y la verdad es que las imágenes no dejan de llamar la atención: mujeres en topless y mascarilla”, cuenta. El periodista y escritor platense radicado hace varios años en Girona, cuenta que “todo sucede en la playa de Sa Conca, a pocos kilómetros de Girona capital. Una vez instalados en la playa, bajo la sombrilla, o ya en el mar, las mascarillas dejan de ser obligatorias. Pero sí lo son para llegar hasta la arena, bajo un calor de cuarenta grados y un sol falto de toda piedad.

En toda la playa hay carteles que indican el distanciamiento, al menos 1,50 metros, y una serie de “informadores” que piden que se hagan respetar las normas. Incluso el socorrista (como se llama allá al bañero o guardavidas) lo pide. Imagen distópica y contradictora, la de la desnudez y las normas sanitarias”. Las colas que Crowder define como “kilométricas” y que demandan esperas de hasta tres horas, son otra postal que impresiona e inquieta. “Una cola kilométrica para acceder a una playa de Begur, al norte de Sa Conca, a menos de una hora de la frontera con Francia. Se trata de una cala pequeña llamada Aiguablava. Por su capacidad, y por lo paradisíaco de sus aguas verdes y arenas blancas, suele verse desbordada durante el verano. Donde entraban antes 900 personas ahora, por el distanciamiento, caben solo 180. Es en este tipo de balnearios donde hay puesta mayor vigilancia. Por ello la cola. La impaciencia para obtener, tan temprano, un lugar en el paraíso. Que haya que hacer cola para entrar a una playa es algo inaudito. Novedad que se comienza a hacer habitual en muchas otras playas”, señala Crowder.

Pero las cosas pueden complicarse todavía más porque, cuenta, “lo siguiente son calas (playas) vedadas. Blindadas incluso con rejas altas. Balnearios a los que la gente, por desconocimiento o imprudencia, penetra igual, y se lleva multas elevadas. Es el caso de varias calas de Palafrugell y Blanes (Girona), donde la policía ha puesto cientos de multas a bañistas que se creyeron que el ímpetu del ‘vamos a la playa’ danoaldiano valía para saltarse la prohibición”, ironiza el platense. “Toda la Costa Brava es, en el Mediterráneo catalán, lugar preferente de ingleses, franceses e italianos.

El local suele llamarles ‘guiris’. Nadie sabe a ciencia exacta de donde proviene el nombre, aunque el escritor Juan Goytizolo creía que derivaba del turco ‘guiur’, infieles o extranjeros. Por el temor a las cuarentenas, y las advertencias de las autoridades de estos países, apenas si se les ve el sombrero. La mayoría de los que visitan las playas son catalanes. En mayor proporción los que provienen de grandes urbes como Barcelona. Debido a ello la ocupación de los hoteles ha caído en picada y ya se habla de una de las peores temporadas de la historia”. ¿Será esa realidad que hoy viven las playas que menciona Crowder lo que le espera a nuestra costa atlántica? Otro dato a tener en cuenta, señala, es que se nota un “un recorte del turista habitual, que prefiere no veranear antes de exponerse a cuarentenas.

Estas son algunas medidas que se toman en España y es posible que sean un ejemplo y una influencia directa, con experiencia constatada, para las próximas vacaciones argentinas. Cuesta imaginar como será la marplatense Playa Bristol durante (o ya post) coronavirus”.

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