El Tio Cosa: revelan que Victoria Villarruel es sobrina de uno de los responsables del chupadero donde torturaron a Oesterheld
Un artículo de la periodista Ivi Cángaro en el portal de noticias Data Clave, revela estremecedores detalles de Ernesto Villarruel, uno de los responsables de "El Vesubio", el centro donde fue torturado Héctor Oesterheld, el creador del Eternauta.
Cuenta que sus vidas se cruzaron en 1977, cuando uno torturó y asesinó al otro. Oesterheld no tuvo justicia ni tumba. Villarruel gozó de impunidad y una muerte plácida en su casa, feliz de ver a su sobrina Victoria como vicepresidenta.
Ernesto Guillermo Villarruel nació en Santa Fe en 1944, egresó del Colegio Militar en 1964 y escaló en el ejército con la discreción de quien cumple órdenes sin preguntar. En los años de la dictadura fue capitán y jefe de la División II de Inteligencia del Regimiento de Infantería 3 de La Tablada y, aunque tuvo un rol menos visible que los generales de galones rutilantes, no fue menos letal.
Su escritorio estaba a pocos metros del centro clandestino El Vesubio, en La Matanza, un galpón donde se torturaba, se mataba y se desaparecía con la eficiencia de una máquina burocrática. Allí, Villarruel no era un mero espectador: ordenaba operativos, supervisaba secuestros, firmaba el destino de cientos. La causa Vesubio III, investigada por el juez Daniel Rafecas, lo señaló como responsable de la privación ilegal de la libertad de 370 personas, torturas y el homicidio de al menos 50, entre ellos el escritor Haroldo Conti, el cineasta Raymundo Gleyser y la ciudadana alemana Elizabeth Käsemann. Su nombre quedó ligado a la Masacre de Monte Grande, en mayo de 1977, cuando 16 militantes fueron ejecutados tras pasar por El Vesubio.
Ernesto Villarruel, uno de los responsables de "El Vesubio", el centro donde fue torturado Héctor Oesterheld
En ese mismo galpón, en abril de 1977, ingresó Héctor Germán Oesterheld, el hombre que había dado vida a El Eternauta. Oesterheld, nacido en 1919, fue un geólogo devenido guionista que transformó la historieta argentina en un arte mayor. Con El Eternauta (1957-1959), dibujado por Francisco Solano López, creó una fábula de ciencia ficción que es una épica de la resistencia colectiva. Juan Salvo, su protagonista, no es un superhéroe: es un vecino de Vicente López que, ante una invasión extraterrestre, organiza a los suyos en pos de la lucha por la supervivencia y la defensa de la Tierra. En los 70, su compromiso con el peronismo de izquierda lo llevó a acercarse a Montoneros, aunque nunca empuñó un arma.
Cuando lo secuestraron en La Plata, Oesterheld tenía 57 años. Lo llevaron a El Vesubio, donde Ernesto Villarruel era uno de los engranajes de la represión. Allí, Oesterheld fue torturado. Sobrevivientes contaron que, aun en el infierno, hablaba de sus historietas, de sus ideas, como si la palabra pudiera salvarlo. No lo hizo. Entre 1977 y 1978, probablemente murió en las mazmorras del centro clandestino o quizá fue trasladado para su ejecución. Su cuerpo nunca apareció. Sus cuatro hijas -Diana, Estela, Beatriz, Marina- y dos yernos también fueron desaparecidos. Dos de sus nietos, nacidos en cautiverio, fueron apropiados por el régimen. Uno, Martín Mónaco, fue recuperado en 2004 por las Abuelas de Plaza de Mayo.
Ernesto Villarruel, uno de los responsables de "El Vesubio", el centro donde fue torturado Héctor Oesterheld
Con su calvario personal, solo sobrevivió Elsa Sanchez, la esposa, madre, suegra y abuela de todos los desaparecidos. La familia Oesterheld fue borrada con una saña que parece personal, pero que era, en verdad, el método de la dictadura.
Ernesto Villarruel, en cambio, siguió su vida. Se retiró en 2000, vivió prófugo hasta 2015, cuando lo detuvieron al presentarse a votar. Procesado por crímenes de lesa humanidad, evitó el juicio: un diagnóstico de Alzheimer lo declaró inimputable en 2016. Pasó sus últimos años en arresto domiciliario, un privilegio que sus víctimas nunca tuvieron. Murió el 8 de octubre de 2024, a los 80 años, sin rendir cuentas. Su muerte cerró un capítulo, pero no la herida.
El presente, sin embargo, no deja que el pasado repose. Ernesto Villarruel era el tío de Victoria Villarruel, vicepresidenta de Argentina desde 2023. Su figura reaviva el debate sobre la dictadura, porque Victoria no es una política cualquiera: fundó el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv), que defiende a las víctimas de la guerrilla y cuestiona las políticas de derechos humanos de los últimos 20 años. Nunca habló públicamente de su tío ni de El Vesubio. Su silencio es un gesto, y los gestos pesan. Su postura ante los crímenes de la dictadura, cuando no es negacionista, es reivindicativa. En cualquier caso, su apellido la ata a un pasado que no puede eludir y que vuelve al presente cuando, por ejemplo, promueve la libertad para los genocidas presos o al menos, que purguen sus condenas en cárceles vip.
Ernesto Villarruel, uno de los responsables de "El Vesubio", el centro donde fue torturado Héctor Oesterheld
Mientras tanto, El Eternauta vive un renacer. Netflix estrenó la serie basada en la obra, dirigida por Bruno Stagnaro y protagonizada por Ricardo Darín. La Buenos Aires de Juan Salvo, cubierta de nieve mortal, vuelve a escena en un país donde la crisis económica y la polarización política hacen eco de las luchas que Oesterheld imaginó.
Ernesto Villarruel y Héctor Oesterheld no podrían ser más opuestos. Uno fue el engranaje de un sistema que aplastaba; el otro, el creador de un relato que alzaba. Uno murió en la comodidad de su casa, sin condena; el otro, en la oscuridad de un galpón, sin tumba. Pero el pasado no es una línea recta: regresa en la figura de una vicepresidenta que lleva el apellido Villarruel, en una serie de Netflix que revive a Oesterheld, en un país que aún discute qué hacer con sus fantasmas. La dicotomía no es maniquea por capricho; es la historia misma que se niega a ser simple. Mientras El Eternauta ilumina pantallas, el silencio sobre El Vesubio sigue pesando. Y Argentina, como siempre, camina entre esas dos sombras.