Lunes 23 de junio de 2025 - Edición Nº4289
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Ellos son los buenos: certero editorial sobre la guerra nuclear que anuncian y cómo Hollywood te la cuenta

"En esa historia, los “buenos” atacan para protegernos y los “malos” son bombardeados para no serlo más. Nadie habla de las consecuencias, del horror, del cinismo con que se decide la muerte desde un dron", dice Adrian Belinche desde su columna en el portal Infocielo.


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La historia vuelve a repetirse, aunque cambien los actores y los presidentes. Desde hace poco más de una semana, el gobierno de Israel lanzó una serie de ataques sobre instalaciones nucleares de Irán en Natanz, Isfahán y Fordow, con la excusa de frenar el supuesto desarrollo de una bomba atómica.

Estados Unidos acompañó desde este sábado con bombardeos estratégicos, mientras Donald Trump reivindica públicamente la acción como una defensa preventiva.

El problema es que ese argumento ya lo escuchamos muchas veces. Benjamin Netanyahu viene diciendo desde 1995 —hace 30 años— que Irán está “a punto” de construir una bomba nuclear. El “punto” nunca llegó, pero los ataques “preventivos” sí.

Lo mismo había hecho George W. Bush en 2003 con Irak: dijo que había armas químicas, invadió, destruyó el país y no encontró nada. A Saddam Hussein lo ejecutaron tras un juicio acelerado y lleno de irregularidades. La excusa sirvió para justificar una guerra que buscaba otra cosa: petróleo y control regional.

Israel, esa potencia que no se deja mirar
Israel posee un arsenal nuclear estimado en entre 80 y 400 cabezas atómicas, aunque no lo reconoce oficialmente. Nunca firmó el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y no permite inspecciones internacionales.

Sin embargo, exige que Irán —que sí forma parte del TNP— limite hasta sus desarrollos civiles, como la producción de energía.

Las Naciones Unidas, a través de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), había informado en reiteradas oportunidades que Irán no estaba construyendo armamento, y que cualquier desviación podía ser monitoreada, salvo la última vez, en una declaración sospechada de haber sido “amañada”.

Con esta conveniente excusa, Israel optó por atacar, con misiles, no solo laboratorios, sino también vehículos en los que se trasladaban científicos iraníes. Algunos fueron asesinados en las últimas semanas. No hay orden judicial internacional, ni condena de la ONU. Hay impunidad. No se llaman asesinatos, desde los medios (también los argentinos, por ejemplo Carolina Amoroso) se les dice “eliminados”.

Hollywood no mira hacia Hiroshima
La cultura también juega su parte. Hollywood hizo centenares de películas sobre la Segunda Guerra Mundial mostrando el heroísmo estadounidense:

Rescatando al soldado Ryan,

Pearl Harbor,

Fury,

Dunkerque

Inglourious Basterds, entre muchas otras.

Pero sobre Hiroshima y Nagasaki, el silencio es casi absoluto.

La única gran producción reciente fue Oppenheimer de Christopher Nolan, que se centra en el dilema moral del científico creador de la bomba, pero nunca muestra el horror que causaron las explosiones en Japón. No hay cadáveres calcinados, no hay niños mutilados, no hay población civil reducida a polvo. Esas imágenes parecen no tener lugar en la historia contada por los vencedores.

La narrativa que sostiene el poder
En la lógica occidental, hay países “serios y responsables” que pueden tener bombas nucleares, y otros que no.

Estados Unidos, Francia, Reino Unido, China, Rusia, India, Pakistán e incluso Corea del Norte —con todo lo impredecible que resulta— ya tienen sus arsenales. El problema no es la bomba; es quién la tiene.

Irán, que no inició guerras en las últimas décadas, se convierte en amenaza solo por querer desarrollar tecnología nuclear. Israel puede tener lo que quiera sin rendir cuentas, y Estados Unidos —el único país que de verdad usó bombas atómicas en la historia y mató a centenares de miles de inocentes— se presenta como garante de la no proliferación.

Irak, ayer; Irán, hoy
En 2003, George W. Bush dijo que Irak tenía armas de destrucción masiva. Luego se comprobó que no era cierto. La invasión dejó más de 500.000 muertos, desplazó a millones de personas y generó una guerra civil que aún persiste. Mató a Saddam en un juicio polémico. ¿Consecuencias? Cero. Ni para Estados Unidos, ni para sus aliados.


Hoy, el mismo libreto se repite con Irán. Aunque no se haya probado la existencia de un plan armamentístico, aunque la AIEA no haya dado luz roja, se ejecutan bombardeos “preventivos”, se asesinan científicos, se imponen sanciones económicas y se mantiene al país en el eje del mal.

¿Quién nos cuenta esta historia?
El gran problema es que las narrativas dominantes no solo están en los libros de historia, sino en las películas, en los noticieros, en los discursos oficiales. En esa historia, los “buenos” atacan para protegernos y los “malos” son bombardeados para no serlo más. Nadie habla de las consecuencias, del horror, del cinismo con que se decide la muerte desde un dron.

En Infocielo no nos interesa repetir esas versiones simplificadas. Nos interesa mirar más allá del relato oficial. Nos interesa saber por qué nadie filma películas sobre Hiroshima. Por qué nadie llora por los científicos asesinados en Irán. Por qué se justifican las guerras con mentiras. Y, sobre todo, por qué seguimos creyendo que las bombas, cuando las tiran “los nuestros“, son sinónimo de paz.

Fuentes utilizadas: The Guardian (21/6/25), SIPRI, ONU, AIEA, informes desclasificados CIA sobre Irak (2003), filmografía de Hollywood.

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