miércoles 08 de mayo de 2024 - Edición Nº3878
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Salesianos platenses.

Saquen una hoja: lección del día, la muerte

Por Matías Crowder, periodista y escritor platense radicado en Catalunya.- . Primavera de 1981. En la Basílica del Sagrado Corazón se encuentra reunido todo el colegio primario y secundario. Es entonces cuando entra la procesión fúnebre y cuando nos enteramos de qué hacemos allí


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Primavera de 1981. En la Basílica del Sagrado Corazón se encuentra reunido todo el colegio primario y secundario. Suena una campana y los monaguillos abren las puertas. De todo mi paso por el colegio, y de años de asistir a misa en aquel sitio, será la única vez que sus grandes puertas de entrada se abrirían por completo. La luz de la mañana, que es como polvo de tiza, inunda la Basílica de aquel modo en que en las películas dios se dirige a los seres humanos, o eso me parece a mí, con haces muy blancos y marcados.

Es entonces cuando entra la procesión fúnebre y cuando nos enteramos de qué hacemos allí. Se había muerto la madre de un alumno del colegio, y la velaban en el Sagrado, en día y hora de clase, con todos los alumnos presentes. Será una imagen que se me quedaría grabada de por vida, porque es la primera vez que veo a un muerto. El féretro va con la tapa abierta, y la difunda, en envuelta en una mortaja blanca, bajo el aire que entra por las puertas abiertas, y toda esa luz, parece cobrar vida. O mejor dicho, marca aún  más fuerte el contraste con la muerte. Su hijo y su marido siguen el féretro detrás. El chico llora y el padre va muy serio. Desde entonces, cada vez que fallece alguien relacionado al colegio, ya fuera un sacerdote, o la abuela de uno de los alumnos, asistimos a su funeral.

 Tengo un recuerdo muy marcado de mi paso por los salesianos platenses. Cada vez que alguien se propone maldecir y putear la religión cristiana, y todo lo referente a ella, me acuerdo de aquellos sacerdotes de la orden, humildes, sin maldad alguna, y pese a que dejo de creer en dios más veces que la que me cambio de calcetines, y que apoyaría una ley con pena de muerte a los sacerdotes abusadores de niños, me sale defenderlos, decir que no todos son iguales, que hay un montón de hombres y mujeres entregados a Dios de verdad, ese Dios en el que dejo de creer cada contados minutos, que ayudan al prójimo y que son muy necesarios, en especial en países como Argentina.

Supongo que la idea era que la muerte fuera una lección. Y que por eso nos llevaban a los velatorios. Hoy en día en que los vivos rechazamos todo lo referente a los que dejan de serlo, más que en cualquier otra época, no estaría mal que pese a la dureza que parece contener la enseñanza, yo no tenía ni siete años en el velatorio de la madre de aquel alumno, la educación les apartara de las consolas de jueguitos en línea un rato y les llevaran a un velatorio, donde la gente muere de verdad, donde no tienes muchas vidas, donde después del Game Over no hay replay.

  Quizás me equivoque, por supuesto. Quizás no hace falta. Yo creo que sí. Todo esto viene porque a veces me pregunto si la educación de antes es mejor que la de ahora.

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