Conocido en el ambiente peridístico platense por su paso por varios medios, Juan Rezzano arrancó su carrera de escritor con 60 episodios extraordinarios de la vida cotidiana un libro que cumple cabalmente con lo prometido en su contratapa: "divertido en su acidez, en el escepticismo del narrador que todo lo transforma al absurdo".

Podría agregarse que es un libro que permite sonreír, por momentos reír y en otros hasta detenerse en la lectura y soltar la propia imaginación y ponerla en línea con la del  autor. Y en algunos de esos momentos es cuando se disfruta la sensación de verse reflejado en episodios de la vida cotidiana que nos toca padecer. La empatía, como le dicen ahora.

Como si fuese una picada que recibe al comensal hambriento, de entrada nomás aparece el "una vez paré un tren con la cabeza", para irse entre la bruma del malevaje de 1 y 36, del otro lado de las vías.

Porque si algo tiene 60 episodios...es que es bien de aquellos que decimos micro por colectivo, pollajería por pollería y tantos otros giros que nos definen como bien platenses.

Así es el viaje que por momentos Rezzano propone a bordo de los Costera en el pesado destino de los que viven en La Plata pero trabajan en "Buenos Aires", como insistimos en decirle a la CABA.

Entre otros pasajes que hacen al lector sacudir la cabeza y murmurar un agradecido: "que hijo de...", aparece el relato con moraleja sobre los perros que ladran.

Acaso los que escriben lindo, como los futbolistas habilidosos, apenas necesitan una baldosa para emocionar a la tribuna. Así es el asunto del Sordo Santucho que "le iba sacando el cuerpo a la vida para entregarsela al escabio". 

Los misterios de tiketeras que no dan tikets, la pasión por contar las baldosas y la sorpresa de saber sobre la casa embrujada de 55 y 10 vienen en combos hamburgeseriles, cortados en jarrito y entre partidos de básquet de la Liga Platense que terminan a los tortazos.

La ciudad parece correr una cortina y asomarse a los 60 episodios como forma de decir, "eh, acá estoy". Si hasta el Chamaco, el Dardo Rocha de los mozos (de los verdad no de los que ahora llaman camareros y camareras) aparece con un cortado entre las mesas del bar de 8 y 47 que ya no está.

Entre las perlas, que las hay y bastantes, está el reloj comprado al senegalés que permitía agregarle tiempo al tiempo. Quizá Spilberg nunca haga una película basada en ese relato. De ser así, él se la pierde.

Hipólito Sanzone.

 

PD: Lo encuentran en La Plata en: Malisia: 6 esquina 59. Rayuela: Plaza Italia # 187. Atenea: Diagonal 80 # 1010.