jueves 25 de abril de 2024 - Edición Nº3865
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Después del diluvio, una luz para el 2021

*Por Jorge Joury.- Se terminó el 2020 y parece como una bocanada de alivio, aunque parte de los demonios de la pandemia todavía andan por allì acechantes.


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Por:
Jorge Joury

 

Se terminó el 2020 y parece como una bocanada de alivio, aunque parte de los demonios de la pandemia todavía andan por allì acechantes. Después de un año que significó una prueba de fuego para el Gobierno, atravesado por la crisis mundial del COVID19, Alberto Fernàndez logró coronar un diciembre con una seguidilla de batallas ganadas que permiten oxigenar su gestión y elevar la autoestima. Contra todos los pronósticos, la Casa Rosada celebró el fin de año en paz, sin ningún tipo de desbordes. La malla de contención social funcionó a pleno y el pan llegó a todas las mesas, sobre todo en el conurbano profundo.
La histórica aprobación del aborto legal ocurrida ocurrida hace horas, se suma ahora a un escenario donde se logró concretar la llegada de las discutidas vacunas contra el coronavirus y la puesta en marcha de su plan nacional de inoculación con una logistica que a todas luces está funcionando eficazmente. Además, al filo de la navaja, el oficialismo logró victorias parlamentarias cruciales, como lo fue la reforma jubilatoria o el proyecto de aporte solidario, entre otros.
La tarea ha sido dificultosa, si se tiene en cuenta que la mayoría de los temas mencionados fueron puestos en cuestionamiento por múltiples razones. El desgaste del humor social, la presión de una crisis económica y laboral sin precedentes y el permanente fuego de artillería de la oposición, hicieron de diciembre un mes tormentoso para el Frente de Todos y para Fernández en particular. En apenas pocas semanas y tras una pronunciada caída de su imagen dada en los últimos meses, el Presidente pudo acaso equilibrar la solidez de gestión de todo un año.
No hay que olvidar, que el 2020 cierra con una contracción del PBI histórica, dentro de las más altas de la historia argentina. En este mismo año, aunque ahora parezca lejano, se reestructuró la deuda con acreedores privados y se convivió con niveles de brecha cambiaria de entre el 27% y 120%. Y ello solo por mencionar algunos de los múltiples frentes que tuvo que atender la Casa Rosada.
La deuda pública ya representa casi la totalidad del Producto Bruto de la Argentina, al ascender a u$s332.247 millones, según datos de la Secretaría de Finanzas correspondientes al tercer trimestre del 2020.
Las cifras reflejan el fuerte deterioro sufrido en dólares por parte de la producción de bienes y servicios, tras las sucesivas devaluaciones ocurridas en los últimos años.
En este marco y de cara al 2021, es difícil pensar que las cosas puedan complejizarse aún más. La mayoría de los gurúes de la economía vaticinan que la actividad volverá a crecer y esperan que los indicadores sociales comiencen a recuperarse progresivamente. Sin embargo, los desafíos que se presentan para el próximo año están lejos de ser insignificantes y los niveles de pobreza y desempleo deben ser necesariamente reducidos, siendo este el principal objetivo en los años venideros, donde establecer una política de Estado que se perpetúe en el tiempo va a ser fundamental.
Tal vez esa sea la misión del Consejo Económico y Social que el presidente Alberto Fernández convocará para enero próximo y que estará encabezado por el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz.
Mientras tanto existen otros desafíos que será importante atender para encarar el camino del crecimiento sostenido en 2021, algo que urge para mejorar el nivel de vida de la población, y sobre todo el de los estratos más bajos.
En primer lugar, se ubica la evolución de los precios, con una inflación que cerrará alrededor superior al 35% durante 2020. Si bien "punta a punta" el año finaliza con una marcada desaceleración, durante los últimos meses se recalentó nuevamente el ritmo de incremento de precios, ubicándose en la zona del 3% al 4% mensual desde septiembre. Y en diciembre los comerciantes se abusaron por la llegada de las fiestas.
El factor inflacionario es una amenaza a la recuperación de los salarios reales, que es el ingrediente fundamental para reactivar la demanda y el mercado interno. Las correcciones de precios regulados, la inercia inflacionaria y una oferta de pesos que no encuentra demanda podrían poner techo a la recuperación del poder adquisitivo.
La ley de góndolas, la expansión del programa Precios Cuidados y el congelamiento de tarifas son algunas de las medidas que buscarán contener los precios a principios de año y proteger el poder de compra aunque es incierto cuánta efectividad pueden preservar estas medidas a lo largo del año.
Esos paliativos nos trasladan al segundo desafío: cómo gestionar el descongelamiento de tarifas. Estas medidas se fundamentan en la compleja situación que evidencian los indicadores sociales. Si bien es cierto que primero la situación debe mejorar, el difuso horizonte temporal del congelamiento de tarifas incrementa el riesgo de no encontrar una salida ordenada a este laberinto y por lo tanto potenciar los efectos desestabilizadores cuando ese desequilibrio se cierre por la fuerza.
En otras palabras, si al congelamiento de tarifas se entra sin un "plan de salida", la acumulación de ese rojo fiscal terminará explotando de manera peligrosa.
Las consecuencias del congelamiento, además de fiscales, incluyen el desabastecimiento energético y eventualmente la necesidad de importar energía. El primer paso para salir de manera ordenada es avanzar con una revisión tarifaria, postergada durante el año de pandemia.
Probablemente un paliativo para el bolsillo más vulnerable incluya un esquema segmentado de subsidios cruzados que fluyan de los hogares de mayores ingresos hacia los más postergados.
El tercer desafío para el año entrante será el tipo de cambio. Las decisiones tomadas por el BCRA y el Ministerio de Economía a lo largo del 2021 sugieren la intención de desplegar todas las herramientas disponibles a los fines de evitar un salto cambiario .Todo indicaría que para el año entrante el camino elegido será el mismo, máxime en un contexto de competencia electoral donde el gobierno jugará todas sus fichas.
El punto de partida será como caminar por las arenas del pantano. Las reservas netas ya se encuentran en niveles mínimos y la brecha se estabilizó alrededor del 70%-80% (emisiones de deuda en dólares mediante). A futuro, retorcer el nudo del cepo a costa de reservas internacionales ha dejado de ser una opción. Más difíciles de resolver y menos obvias son las consecuencias de la brecha: el adelanto de importaciones y el retraso de exportaciones ha evaporado el superávit comercial.
En la mirada más optimista, será fundamental que aparezca una mayor oferta de dólares para poder sostener el esquema cambiario actual. Habrá que ver qué papel juega el campo con las importaciones.
Sorpresivamente, este desafío ha sido el único que ha dado una nota de optimismo, ya que desde junio el precio de la soja no para de crecer y se ubica en el nivel más alto de los últimos seis años. Resta que ese proceso se mantenga y se traduzca en una mayor oferta de dólares durante el primer semestre de 2021, lo que definitivamente ayudaría para encarar el año atendiendo el resto de los frentes.

*Jorge Joury es licenciado en Ciencias de la Información, graduado en la UNLP y analista político. Para consultar su blogs, dirigirse al sitio: Jorge Joury De Tapas.

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