viernes 19 de abril de 2024 - Edición Nº3859
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Dos de cada tres niños cercados por el hambre

* Por Jorge Joury.- La bomba la lanzó en las últimas semanas el Indec. El problema requiere de urgente atención. para que el hambre deje de ser la peor de las pesadillas.


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Jorge Joury

 

El dato aterra: el 57,7% de los menores de 14 años son pobres. Esto quiere decir que dos de cada tres chicos están cercados por el hambre. Es una suerte de africanización de la Argentina. Y en el contexto general, según los datos oficiales del segundo semestre de 2020, 12 millones de personas cayeron bajo la línea de pobreza y 3 millones en la indigencia. La bomba la lanzó en las últimas semanas el Indec. El problema requiere de urgente atención. para que el hambre deje de ser la peor de las pesadillas. Sin embargo, gran parte de la política vive en una burbuja, alejada de la realidad que sufren los más desprotegidos. Como verdaderos lobbystas de sus propios negocios e intereses, necesitan conservar el poder o aspirar a recuperarlo para seguir tejiendo vínculos y contactos que le generen más y mejores ingresos.
Los datos que nos ocupan son muy graves, porque incluyen la asistencia oficial. Si esto no ocurriera, las cifras serían más aterradoras.El Gobierno ya repartió unos 10 mil millones de pesos en comida a través de organizaciones sociales vinculadas al kirchnerismo. Otros 113 mil millones de pesos fueron girados por el ministerio de Desarrollo Social a través de la Tarjeta Alimentar por la cual los beneficiarios pueden comprar solo alimentos. Ya se distribuyeron más de 61 millones de kilos de alimentos y nada alcanza ante la demanda.
En lo que tiene que ver con la situación alimentaria nutricional actual, hay que decir que registra una grave vulneración de derechos básicos que afecta a la población en general y a niñas, niños y adolescentes en particular. La consecuencia de dicha vulneración es la alta prevalencia de malnutrición (sobrepeso y obesidad en todas las edades), retraso de la talla (8% de los niños y niñas menores de 6 años), anemia (30% en todas las edades en mujeres, niños, niñas y adolescentes).
Para reflejar la evolución de la pobreza, en 1983 era de 16 % y a fin de 2020 superó el 40 % y pisa hoy el 50%, cuando en América Latina y en el mundo se redujo. Además, se contrajo la clase media y se fueron perdiendo las posibilidades de ascenso social.
En este contexto, se pone en foco un dato que eriza la piel: el 62,9% de los niños es pobre y uno de cada diez trabaja. La trata y las adicciones, también son demonios que deambulan por ese mundo de carencias. Nos muestran al sector más vulnerable de nuestra sociedad, condenado a lo peor y sin salida ante la falta de políticas de Estado. Incomprensible: Marchamos por el Día Mundial del Agua y no lo hacemos por la pobreza
Y esto no es de hoy, viene de décadas. Por ejemplo, en abril de 2002 el periodista Jorge Lanata paralizó a la audiencia al presentar el caso de Barbarita. ¿Recuerdan?. Era la nena tucumana que se desmayó en la escuela porque hacía días que no comía. Tenía ocho años y no llegaba a los 20 kilos. "Me duele la panza de hambre", decía y sus lágrimas y su historia conmovieron al país. Ese tremendo drama era el resultado de la crisis del 2001.
Dos décadas después, la fotografía de la niñez golpeada por la pobreza vuelve con toda su fuerza con el caso de la niña M. La toldería amarrada a dos árboles donde vivía y la situación de calle de esa familia, marcan la impotencia del Estado y la clase política para resolver este drama social. Nos pone en foco la peor cara de la infancia vulnerable y obliga a recorrer estadísticas, para saber dónde estamos parados.
Según el Observatorio del Derecho Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), en apenas una década, 1,8 millones de niños y niñas se sumaron a los 5 millones que se encontraban en la pobreza en el año 2011. Con la sola excepción de 2017, todos los años, el índice de pobreza subió con especial ensañamiento entre los chicos hasta 17 años.
La región de La Plata, Berisso y Ensenada, conocida como Gran La Plata, sufrió al igual que todo el país un vertiginoso aumento de la pobreza y la indigencia. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), el 37.4% de los habitantes de la región están bajo la línea de la pobreza y ese porcentaje aplica a un cálculo conservador respecto del total de la población.
Si bien el INDEC estima que en el Gran La Plata viven 892 mil personas, los números reales estarían cercanos al millón por lo que, en términos reales, la población pobre sería aún mayor de lo que reflejan las estadísticas oficiales.
Frente a este cuadro de situación, nada se sabe del paradero de la Mesa del Hambre, donde se habían anotado tantos notables y famosos.
El efecto mayor de este drama que sacude a los más pequeños, se vincula además con los derechos vulnerados a la salud, a la nutrición, al agua potable, al acceso a una educación de calidad, una vivienda digna y a los cuidados adecuados.
A los números escalofriantes, hay que sumar una estadística del Observatorio del Derecho Social de la Universidad Católica Argentina (UCA): en apenas una década, 1,8 millones de niños y niñas se sumaron a los 5 millones que se encontraban en la pobreza en el año 2011. Con la sola excepción de 2017, todos los años, el índice de pobreza subió con especial ensañamiento entre los chicos hasta 17 años.
Por el lado de UNICEF, las estimaciones señalan que entre diciembre de 2019 y diciembre de 2020 se pasó de 7 a 8,3 millones. Las zonas más afectadas son el conurbano bonaerense y los de grandes ciudades como Rosario y Córdoba, además de la región noreste: Formosa, Chaco, Misiones y Santiago del Estero.
El drama lleva décadas, pero se agravó por la pandemia. Los especialistas sostienen que las medidas de aislamiento por la estrategia sanitaria impactaron con fuerza en familias con trabajos precarios o informales que no obtuvieron ingresos. Quiere decir que desaparecieron las changas. Por el efecto cascada, en el último año dos millones y medio de personas cayeron en la pobreza. Aunque las medidas que adoptó el Gobierno fueron buenas, pero no alcanzaron. De acuerdo a los datos de una encuesta de UNICEF, realizada en diciembre del 2020, se supo que cuatro de cada diez hogares donde residen niños, niñas y adolescentes (alrededor de 2,1 millones de familias) afrontó una reducción en los ingresos. Y una de cada cinco enfrenta al menos una deuda, que en general es para comprar alimentos. Esta situación también profundizó el trabajo de adolescentes: 16% realizó actividades laborales destinadas al mercado y el 46% de ellas y ellos no lo hacían antes de la pandemia.
El trabajo infantil es otro de los síntomas de la pobreza. Niños, niñas y adolescentes que dejan la escuela para llevar dinero a sus casas, algo que en la adultez refuerza la exclusión. “Tiene una relación doble. Por un lado, la situación lleva al trabajo infantil porque cuando la familia no tiene ingreso suficiente, los niños tienen una inserción temprana en el mercado ilegal y de mucha explotación. La segunda es como causa. El trabajo infantil requiere salir de la escuela, dejar de acumular capital humano, y eso tiene problemas en el futuro. Cuando la changa se cae, no puede volver a la escuela ni tampoco insertarse en otro lugar de trabajo porque nadie lo contrata porque no está capacitado.
El acceso a la salud es otro de los puntos problemáticos. “El hambre y la pobreza naturalizan o tapan otros tipos de problemas, algunas enfermedades o cuestiones de salud como embarazos precoces. Hay mucho desconocimiento de los recursos. Por ahí la gente que vive en una situación muy marginal no sabe que puede ir a una salita o a una consulta médica. El desconocimiento lleva a que no concurran y a que no vacunen.
En la mayoría de los casos la población infantil no va a los hospitales porque no tienen documentos y directamente no pueden acceder a las consultas. Una situación que es más común en aquellos que están en situación de calle. El déficit habitacional pega fuerte: alrededor del 38% de los habitantes de villas y asentamientos son menores de 15 años y un 48% de la población que vive en los barrios populares tiene de 0 a 19 años. Así lo muestra el Registro Nacional de Barrios Populares (RENABAP). No existen datos nacionales sobre las personas que viven sin techo, la recopilación de datos queda en manos de cada jurisdicción y muchas veces es inexistente.

*Jorge Joury es licenciado en Ciencias de la Información, graduado en la UNLP.

 

 

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