viernes 26 de abril de 2024 - Edición Nº3866
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Entrevista exclusiva al escritor platense Raúl Argemí : “Vivo amenazado de muerte”

Por Matías Crowder *


Sobreviviente de la lucha armada que enfrentó la dictadura militar Argentina de los años 70´, y que se cobró miles de muertos y desaparecidos. Aún hoy, por aquellos enemigos que forjó en los años de hierro, vive amenazado de muerte. Raúl Argemí (La PLata, 1946),uno de los maestros del género negro en castellano, publica su nueva novela “A tumba abierta”, de Ediciones Navona, registro de vida y novela que atrapa al lector desde sus primeras líneas. El escritor habla de los desafíos de la profesión y de todo aquel pasado que le persigue y del cual nutre sus ficciones. 

Argemí es un tipo duro. El no lo dice pero quien sabe su historia se ve obligado a suponerlo. Una infancia de malos tratos que se atreve a reconocer en la entrevista. Una juventud en la que se une a las filas de la lucha guerrillera contra el Proceso de Organización Nacional de los 70´ en Argentina como parte del ERP (Ejército Republicano del Pueblo). Ha pasado por los pabellones de la muerte, catalogado por la dictadura como “irrecuperable”, etiqueta que suponía “desaparecer” luego de ser torturado y asesinado. Ha vivido encarcelado durante casi una década para conocer el exilio en Catalunya. Es allí donde, entre trabajos mal pagos, gana sus primeros premios: El premio “Dashiel Hamet” (2005), el “Luis Berenguer” (2003), entre otros. Lo cierto es que se mueve como por casa en la novela negra. El género parece necesitar historias vividas de primera mano.

En Catalunya ha empezado de abajo. Lavando platos. Dice que eso hace que “no te la creas”.

Es cierto. En el tiempo en que ganaba premios y publicaba mucho, trabajaba en el montaje de un catering y lavaba platos por centenares. Eso me apartó del creerme importante porque era escritor, cosa que te puede suceder con mucha facilidad. Decía que era como Superman. Un día, el héroe volador de la película y al otro un sudaca peón de montaje. Un día Superman y al otro Clark Kent. Y eso no tiene nada que ver con la humildad, tan católica. Para ser escritor, un trabajo ruinoso en términos económicos, hay que tener un ego a prueba de balas. Como dijo un día Andreu Martín, el lector te da un tiempo de su vida, irrecuperable, mejor que tengas algo para darle. Que sepas que en ese partido sudaste la camiseta hasta quedarte seco; que si lo que publicaste no es mejor no es porque no te jugaste, sino porque no tenías más para dar, porque escribiste a tumba abierta. A eso lo llamo rocanrol.

“Los catalanes son judíos a la diáspora”, dice su personaje. Necesitan que alguien los desprecie y odie, necesitan del enemigo para definir su identidad.
En muchas cosas que dicen o hacen mis personajes no estoy de acuerdo; en otras sí, como esa. Creo que los catalanes construyen su identidad a partir de sus enemigos. y los judíos de la diáspora, no los israelíes, necesitan del furor antisemita para ser judíos.

 ¿A qué se debe según usted este nuevo auge de la novela negra?

No sé si hay un auge de la novela negra. La mayor parte de lo que se lee son novelas policiales, que carecen de la rabia y la furia necesarias para la novela negra, según cómo yo la veo. No voy a hacer nombres, pero hay mucha basura light circulando como novela negra; incluso best sellers. Como todo auge, ya pasará.

“A tumba abierta” es su libro más autobiográfico. Una mirada sobre treinta años de historia que mezclan la odisea personal con el exilio. Les presta historias a sus personajes que cualquiera quisiera quitarse de encima.

Los personajes siempre vampirizan al escritor, no tienen otro sitio de donde alimentarse. Sólo que, a veces, eso parece más evidente. Sobre todo cuando se narra en primera persona y se confunde muy fácilmente la voz narradora con el escritor. De todas maneras, en esta novela, he cruzado cosas mías con historias de otros. Cuando el protagonista llega y se instala en España, yo estaba preso en Argentina, y así narro historias de otros, pero que son mías, porque tienen mi mirada, y yo las cuento. Sí, te puedo decir que le presté al protagonista mi infancia de niño maltratado. Me costó casi medio siglo reconocerlo y decirlo en voz alta. Y, tal vez, haciéndolo palabra escrita pueda cerrar el círculo. Por lo demás es conocido, nunca lo he ocultado, que estuve en la guerrilla y encarcelado en los pabellones de la muerte.

Has participado en la lucha armada contra la dictadura argentina. Que es lo mismo que le sucede al personaje. Y no es la primera vez que tus libros regresan a aquel tiempo. ¿Hay redención de lo vivido en la literatura?
Lo que hay es que, cuando uno a vivido con pasión, sin guardarse una retaguardia, es imposible hacer de cuenta de que no sucedió nada; estás marcado de por vida. Y la guerra, cualquier clase de guerra, la convivencia con la muerte, marca a fuego. Estará presente hasta en tus sueños, y por supuesto en tus narraciones. No hay manera de elegir.

En la dictadura dan con vos y te encarcelan. Te “chupan”, como se dice. Escapas de la muerte por un pelo y pasas años en la cárcel. ¿Se aprende mucho en tras las rejas?
Viví, como muchos argentinos, una larga lista de dictaduras, desde que era muy pequeño. Luego, la cárcel, claro que enseña. Alguna vez, como para provocar el pensamiento, he dicho que todo el mundo debería pasar un tiempo preso, pero no se lo deseo a nadie. Luego, situaciones en las que no sabes si estarás vivo dentro de tres días, y la tortura, las palizas, las desapariciones te son cosas cotidianas, en ese infierno descubres que el ser humano es capaz de las cosas más rastreras y miserables, pero también de las más angélicas. Si sobrevives a todo eso no será por tu fortaleza personal, sino porque tus compañeros en el infierno te dieron la fuerza necesaria. Es una experiencia límite, de la que no sales igual que antes. Sales, en muchos sentidos, algo “marciano”, un poco más sabio, por decirlo de alguna manera, y también mucho menos inocente.

¿Qué es lo que hizo que salvarás la vida, que sobrevivieras a la dictadura?
Ellos cometieron el error de agrupar a todos los que nos consideraban “irrecuperables” en dos o tres sitios, con lo que nos hicieron visibles a la comunidad internacional. Así cada día se les hizo más difícil matarnos. Su política de eliminar en secreto a los opositores políticos tenía que ver con que haciéndolo a la vista, con condenas a muerte, por ejemplo, les creaba mucha turbulencia, y el camino que eligieron fue el de Argelia, eliminar a escondidas. Que, por su error, fuéramos visibles, nos permitió vivir cada vez un día más, hasta que no pudieron cumplir su objetivo, por eso muchos estamos vivos. O tal vez sólo fue una cuestión de suerte. 

¿Crees en los libros más que dios?

Los libros existen. Como los zapatos, el sexo o un plato de comida. De las cosas que no existen, que son invisibles, como los dioses, me quedo con la ley de gravedad o la teoría de la relatividad de Einstein, que nunca pude entender, pero la doy por buena.

El personaje de “A tumba abierta” carga con muertes ajenas, si bien la primera es accidental. Se autocondena. ¿Usted se ha autocondenado? ¿Por qué?
No exactamente. La autocondena extrema del protagonista es algo que le sucede a él y me permite narrar desde ahí, desde el límite extremo. Yo soy un poco más tolerante, con los otros y conmigo, sino hace rato que me hubiera matado. Sólo que, no quiero abolir mi memoria, ni enterrarla, porque me hubiera gustado que muchas cosas hubieran sucedido de otra manera. El chiste trágico es que no se puede cambiar el pasado. Tus errores del pasado siguen allí, vivos; si no alimentas la amnesia.

Tienes mucha gente que te apoya, que está con vos. Pero también muchos enemigos que recuerdan aquellos años de hierro en Argentina.
Es que el pasado sigue vivo en el hoy. Desde que comencé a ser conocido como escritor, porque antes no sucedía, algunos me tomaron como objetivo de su propia rabia y, como se les queda en poco lo que hice a cada rato me inventan algo, como, por ejemplo, que escapaba de algo y estaba escondido en Barcelona. Y, cuando no tienen nada mejor que hacer, me ubican en las redes y prometen que me matarán donde me encuentren, preferiblemente en la tortura. Vivo amenazado de muerte. No les contesto, y sigo trabajando como periodista, con mi nombre, por supuesto, y participo en encuentros y presentaciones públicas que salen en los medios, o sea que si me quieren encontrar lo tienen fácil. 

Ha pensado en el suicidio, según cuenta en algunas entrevistas.
Sí, claro. Creo, aunque no sé si tendré el coraje necesario, que uno debería elegir el momento en que se retira del escenario.

“Para escribir prefiero lo áspero y el rocanrol”.
Algunas de mis novelas son negras y otras no lo son. El tema, la historia demanda la música con que se la toca. Y las historias duras, no complacientes, piden música de rocanrol. No dan para plácidos valsecitos. 

 

Matias Crowder (La Plata, Buenos Aires, 1973), Licenciado en Comunicación Social, se ha iniciado en el mundo de las letras a través del periodismo gráfico en Argentina. Ha colaborado con medios gráficos de Sudamérica y Europa, ha sido galardonado con el Premio Nacional de relatos “José Saramago” (2009, Madrid) y el Premio Universidad de Barcelona (2010, Barcelona). En 2010 publica la novela “En el tren”, Ediciones Albores, y en 2013 “La duna”, Ediciones La Discreta.Colabora con varios medios (Diari de Girona, Revista Buensalvaje, Diario de Cultura, Diario El Mundo),

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