viernes 26 de abril de 2024 - Edición Nº3866
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A veinte años del asesinato de Cabezas, un libro desnuda las miserias del poder

*Por Jorge Joury, desde Pinamar.- Parece que fue ayer, pero pasaron 20 años de aquel día en que se nos paralizó el pulso a todos los periodistas por el crimen más aberrante de las últimas décadas. El asesinato fotógrafo José Luis Cabezas, fue una puñalada en el corazón para quienes ejercemos esta profesión, pero desenmascaró las miserias ocultas del poder y los tentáculos de las mafias que estaban enquistadas en él, entre ellas la denominada "maldita policía bonaerense". El hecho marcó un antes y un después en la historia de la libertad de expresión en la Argentina


Paradójicamente, fue Pinamar el escenario de aquel brutal episodio. De allí en más, nada fue igual para el coqueto balneario. Trás el escándalo que se desató, los políticos desaparecieron y tardaron años en volver. Los invadió el temor a quedar pegados en la siniestra telaraña donde la plata dulce, la corrupción y el cholulísmo se mimetizaban en un escenario de lujos y ostentación que parecía propio de una obra teatral. 
En corrillos aún se sostiene  que en aquella ocasión, Eduardo Duhalde, que era gobernador de Buenos Aires, ese día trágico regresaba de practicar pesca mayor mar adentro en un gomón con un empresario de La Plata. "Esto no me gusta nada", habría expresado el ex mandatario cuando le informaron del hallazgo de un auto quemado en la zona de La Cava, aunque  en ese momento  no se sabía de la existencia de un cuerpo y menos de quién se trataba. El crimen de Cabezas,  fue una espina para Duhalde. Toda la prensa le cayó como un rayo y lo forzó para llegar a la verdad y detener a los autores  del hecho.
 
LA HISTORIA SECRETA DE UN CRIMEN DE LA MAFIA
 
Veinte años después, después de haber madurado recuerdos y como homenaje a quien arriesgara su vida para fotografíar al desaparecido empresario Alfredo Yabrán,  el periodista Gabriel Michi presentó hace unos días en el Hotel del Bosque de Pinamar su libro “Cabezas – Un periodista – Un crimen – Un país” editado por el Grupo Planeta.
 Allí se cuenta en un recorrido de 500 páginas conmovedoras, cómo en aquella madrugada del 25 de enero de 1997, en un descampado, el fotógrafo José Luis Cabezas fue asesinado por el simple hecho de ejercer su trabajo, es decir, fotografiar a Alfredo Yabrán, al hombre más enigmático de la Argentina, Fue en el balneario Bacota, donde solía ir todos los veranos junto a su esposa, con el bajo perfil de un turista más.
El empresario, que había elegido a Pinamar como su lugar en el mundo, no lo perdonó nunca  a Cabezas por la foto que lo colocó en la vidriera nacional e internacional . A partir de allí, se lo catapultó como una expresión de la mafia enquistada en lo más alto del poder.
Yabrán en Pinamar ejercía una suerte de padrinazgo. Era algo así como el benefactor que derramaba millones de dólares en la economía local . La avenida del mar era una prueba de ello. Ofrecía un escenario multicolor,  con miles de banderas violetas y verdes de sus empresas OCA y Adreani. Yabrán pagaba un cánon millonario al municipio y todos se arrodillaban ante él. Construyó además, un lujoso hotel en 6 meses, el Arapaxis, que significa "tierra de paz", un barrio privado denominado Terrazas al Golf y aspiraba a coronar su plan con un puerto de aguas profundas para competir con Punta del Este. 
 
UN TORRENTE DE DOLARES PARA COMPRAR VOLUNTADES
 
Según comentarios, con sus movidas el empresario derramaba por entonces más de dos millones de dólares por mes en este distrito. Y para fin de año, aunque pocos lo sabían, Yabrán abría las puertas del infierno para iluminar el cielo frente al mar. Regalaba felicidad a los ojos de los turistas con un prolongado show de fuegos de artificio que duraba más de una hora frente a la costa y la avenida Bunge .
Cabezas había sido enviado a Pinamar para cubrir la temporada para la revista Noticias. Pero luego vino la orden de buscar la foto de Yabrán. Entonces, fue secuestrado, golpeado, esposado, asesinado e incinerado. Veinte años después de ese crimen, el periodista Gabriel Michi, su amigo y compañero de trabajo en la cobertura de cada verano, contó en primera persona, todos los pormenores de esa fotografía"robada" del empresario caminando con su esposa por la playa y que terminaría pagando con su vida. 
Michi expuso de manera cruda y por momentos vibrante,  el entramado mafioso de altos funcionarios del poder, políticos, abogados, jueces y policías que, solícitos, cada uno en su rol, cumplieron con las órdenes de matar a un hombre. 
La de Cabezas es un historia descarnada que revela a todas luces cómo el periodismo puede convertirse en una profesión de alto riesgo. El libro es un profundo homenaje a ese reportero gráfico que dio su vida por llevar adelante la tarea de desnudar las mafias y hace un sentido recorrido por la vida de un hombre cuyo asesinato también fue el símbolo de un país.
 
LA FOTO QUE FUE UN CACHETAZO PARA EL HOMBRE INVISIBLE
 
La foto de Yabrán, según Michi, no la tenían ni los servicios de inteligencia. Se trató de un hallazgo periodístico que logró ponerle rostro visible a quien  el por entonces ministro de Economía  Domingo Cavallo había denunciado como responsable de "una mafia enquistada en el poder". 
Lo ocurrido dejó en claro que Yabrán tenía un enorme paraguas de protección. Se murmuraba en los pasillos de la Casa Rosada que fue uno de los principales aportantes a la campaña presidencial de Carlos Menem.
Si analizamos las consecuencias del caso Cabezas, la muerte impulsó entre otras cosas, a que fuera desenmascarada la denominada "maldita policía bonaerense" y sus tentáculos con la industria del delito. El trabajo de Michi también pormenoriza sobre la historia de los asesinos, que ya cumplieron con la condenas y también qué paso con la riqueza de Yabrán, un imperio que aún se mantiene activo. 
El autor del libro revela cómo desde el gobierno de  Menem intentaron tapar la muerte de Cabezas, aún cuando las pruebas contra Yabrán eran contundentes. Finalmente,  el autor señala que la situación se tornó insostenible y terminaron soltándole la mano al empresario. Michi admite que  fue complicado "meterse en la cabeza de un personaje como Alfredo Yabrán que llegó a decir abiertamente que el poder es tener impunidad. Eso explica que cuando se sintió sólo y que se le venía la noche, no se lo bancó y se suicidó. Tal vez porque comprendió que había dejado de serle útil a la mafia". En el libro hay datos olvidados, como los documentos de la DEA, la agencia norteamericana, donde figuran vinculaciones de Yabrán y su entorno con el narcotráfico.
En aquellos años se mencionaba con insistencia que en los camiones de caudales de la empresa de Yabrán se trasladaba droga en cantidades importantes, además de los aviones que llegaban a Ezeiza con cargas que recibía EDCADASA, casualmente, la compañía que regenteaba el mismo empresario.
 
LA FUERZA ARROLLADORA DE LA PRENSA
 
La pérdida de cualquier vida es dolorosa. Pero cuando asesinan a un periodista, el mensajero no perdona. Se reproduce de manera exponencial y va hasta el hueso en su afán por hacer justicia. Una prueba de ello es que uno de los capítulos del libro está dedicado a la cobertura que hicieron todos los medios desde la ciudad de Dolores, donde se instruyó el juicio a los criminales. Allí toda la prensa se unió con el solo objetivo de llegar la verdad, más allá de la competencia entre medios, posturas ideológicas y enconos personales. No hubo fisuras. Fue, ni más ni menos, que una lección simple de  cómo se debía hacer periodismo frente a la pérdida de un valioso soldado en aquel ejército de papel y tinta.
Michi cuando desenrolla la madeja del plan para matar a Cabezas, relata como se movía la estructura policial bonaerense y la municipal, que los intimidaba con mensajes de que iban a pagar caro por lo que habían hecho. A contramano de lo que se aseguraba, el libro entierra la teoria del apriete que se fue de las manos, o la orden mal entendida del amo, demostrando que la banda de los Hornos, reclutada y comandada por el hoy libre policía Gustavo Prellezo, secuestró a Cabezas con el objetivo de matarlo.
Lo que Michi inmortaliza, más allá de que no nos olvidemos de Cabezas, es que si al periodismo no lo defendemos entre todos cuando se lo hiere de muerte, corremos el riesgo de terminar siendo frágiles frente a cualquier poder de turno que sufra el delirio de sentirse impune.
 
 
*Jorge Joury es licenciado en Ciencias de la Información, graduado en la UNLP. Su correo electrónico es [email protected].
 
 

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